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Cumbre internacional negocia contrarreloj un tratado mundial contra contaminación por plásticos

El 90% de los plásticos producidos en el mundo no se recicla, por lo que una cumbre internacional reunida en Corea del Sur busca fórmulas con urgencia para disminuir el impacto de estos materiales en el planeta.

La última ronda de negociaciones para lograr un tratado mundial contra la contaminación por plásticos empezó este lunes en Busan, Corea del Sur, en una «semana crucial» que tiene lugar tras el caótico cierre en Bakú de la COP29 sobre el clima.

«Esta conferencia es mucho más que la redacción de un tratado internacional. Es la humanidad la que se moviliza ante una amenaza existencial», afirmó en la apertura el diplomático ecuatoriano Luis Vayas Valdivieso, que preside las conversaciones.

«Las decisiones que tomaremos en los próximos siete días marcarán la historia», añadió, al día siguiente de que la COP29 sobre el clima se saldara con un acuerdo que decepcionó a los países en desarrollo.

La contaminación por plásticos está tan extendida que se ha detectado hasta en las nubes, en las fosas oceánicas más profundas y en prácticamente todas las partes del cuerpo humano, incluido el cerebro y la leche materna.

Aunque todo el mundo reconoce la existencia del problema, las opiniones divergen radicalmente sobre la forma de combatirlo.

Las delegaciones en Busan cuentan con una semana para ponerse de acuerdo en cuestiones delicadas como el tope de la producción de plástico, la posible prohibición de sustancias químicas tóxicas o la financiación de medidas que se incluirán en el tratado.

«Existen verdaderas divergencias en varios asuntos clave», reconoció el domingo Inger Andersen, jefa del programa de las Naciones Unidas para el medioambiente.

«Estoy convencida de que podemos lograrlo, pero hará falta que todo el mundo ponga de su parte», añadió.

90% no se recicla nunca

En 2019, el mundo produjo 460 millones de toneladas de plástico, una cifra que se duplicó desde 2000, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Más del 90% del plástico nunca se recicla y más de 20 millones de toneladas acaban cada año en la naturaleza.

El plástico representa también un 3% de las emisiones mundiales de carbono, ya que se produce con combustibles fósiles.

Dos bandos se enfrentan en las negociaciones de Busan.

Por un lado, la Coalición de Alta Ambición (HAC, por sus siglas en inglés), que agrupa a numerosos Estados africanos, europeos y asiáticos. Estos países quieren un tratado que cubra todo el «ciclo de vida» de los plásticos, desde la producción a los residuos.

La HAC milita por objetivos mundiales que obliguen a reducir la producción y los desechos. También lucha para imponer cambios en la fabricación de los plásticos, para facilitar su reutilización o reciclaje.

En el bando contrario, otros países, principalmente grandes productores de petróleo como Rusia y Arabia Saudita, buscan que el tratado solo cubra la gestión de residuos.

Las divisiones paralizaron las cuatro rondas precedentes de negociaciones, que se saldaron con un proyecto de tratado de más de 70 páginas totalmente irrealizable, según la opinión general.

Para desbloquear la situación, Valdivieso redactó un proyecto alternativo. El texto pone el acento en los terrenos de entendimiento, como la necesidad de promover los plásticos reutilizables.

El diplomático ecuatoriano se anotó una primera victoria el lunes al conseguir que las negociaciones de Busan se basaran en su proyecto simplificado.

Rusia, Arabia Saudita e Irán se mostraron inicialmente reacios a esta perspectiva, pero finalmente cedieron.

«Esto demuestra que la mayoría está ahí. La gran pregunta para el resto de la semana es si [los países] avanzarán con la ambición necesaria, o si se esconderán detrás de los pocos boicoteadores para suavizar su lenguaje y alcanzar compromisos débiles», analizó Eirik Lindebjerg, de la oenegé ecologista WWF.

63 horas para entenderse

Valdivieso estimó antes del inicio del encuentro que se estaba «llegando a un entendimiento común» y recordó a las delegaciones que disponen de solo 63 horas de trabajo en esta «semana crucial» para alcanzar un acuerdo.

Algunos observadores vaticinan que las conversaciones se alargarán, sobre todo tras las difíciles conferencias de la ONU sobre el clima y la biodiversidad estas últimas semanas.

Andersen y Valdivieso insisten en que se alcance un pacto en Busan. Lo que preocupa a algunas ONGs, que temen que las delegaciones acaben firmando un tratado tibio solo para salvar las apariencias.

La posición de Estados Unidos y China, que no se han decantado abiertamente por ninguno de los dos bandos, resultará crucial.

Estados Unidos insinuó este año que apoyaría las limitaciones a la producción, pero según los medios, habría cambiado de opinión desde entonces.

El regreso del republicano Donald Trump a la Casa Blanca también genera dudas sobre el grado de ambición de la delegación norteamericana. Algunos negociadores se preguntan para qué buscar el apoyo de Estados Unidos para un tratado que quizás no ratifique nunca.

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