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¿Por qué las economías emergentes ya no tiemblan ante la Reserva Federal?

En 2013, un simple anuncio de la Reserva Federal bastó para desatar el caos en los mercados emergentes. El entonces presidente del banco central estadounidense, Ben Bernanke, sugirió que pronto comenzaría a reducir el estímulo monetario —una política conocida como «tapering»—, lo que provocó un súbito retiro de capitales, devaluaciones en cadena y pánico financiero en economías como India, Brasil, Turquía o Sudáfrica.

Aquel episodio, recordado como el taper tantrum, dejó en evidencia la alta dependencia de estas economías a la liquidez proveniente de Wall Street. Pero doce años después, el panorama ha cambiado sustancialmente.

Suben los tipos… y los mercados resisten

Entre marzo de 2022 y julio de 2023, la Reserva Federal aplicó el ciclo de subidas de tipos más agresivo en décadas: del 0,25% al 5,5% en apenas 16 meses. En el pasado, un ajuste monetario de esa magnitud habría encendido todas las alarmas. Y, de hecho, hubo una fuga de capitales por más de 60.000 millones de euros. Sin embargo, las economías emergentes soportaron el embate con una solidez que sorprendió a más de un analista.

¿Qué cambió desde aquel traumático 2013?

Bancos centrales fortalecidos y mejor estrategia cambiaria

Uno de los principales factores es el fortalecimiento institucional de los propios bancos centrales en estas economías. Muchos de ellos acumularon reservas internacionales robustas, capaces de actuar como un colchón ante salidas súbitas de capital. India, Brasil, Indonesia o Polonia han mostrado capacidad para intervenir sus mercados cambiarios con agilidad y confianza, evitando el colapso de sus monedas.

Además, la diversificación de fuentes de financiamiento ha reducido la dependencia directa de capital estadounidense o fondos especulativos. Hoy, muchos de estos países acceden a crédito mediante inversores asiáticos, multilaterales o incluso mercados domésticos.

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Menos deuda en manos extranjeras

Otro cambio estructural clave es el perfil de la deuda. En 2015, aproximadamente el 25% de la deuda pública de los países emergentes estaba en manos de acreedores externos. Hoy, esa proporción ha caído al 15%. Aunque el descenso parezca discreto, implica cientos de miles de millones de dólares menos sujetos a los vaivenes del apetito inversor global.

Simultáneamente, los fondos de pensiones, bancos y aseguradoras locales han ganado peso como tenedores de bonos soberanos, lo que permite una base de financiación más estable y menos vulnerable a los shocks externos.

Con información de RFI