Artículos Destacados00:4101:12Villa de Esperanza 200 enSanJoaquín no cuentaconlosservicios básicos
Los resultados también tienen implicaciones prácticas, sobre qué tipos de ejercicio parecen ser los mejores para la salud de nuestro cerebro y la cantidad de ejercicio que realmente necesitamos.
Él y sus colegas eran muy conscientes de que el ejercicio es bueno para el cerebro, sobre todo a medida que envejecemos. Las personas mayores físicamente activas tienen muchas menos probabilidades que las sedentarias de desarrollar la enfermedad de Alzheimer u otros tipos de pérdida de memoria y deterioro cognitivo.
Él y sus colegas se preguntaban si menos ejercicio -incluso mucho menos- ayudaría a construir cerebros más sanos.
¿Qué tal, por ejemplo, 25 minutos de ejercicio a la semana, una sexta parte de los 150 minutos recomendados en la mayoría de las directrices formales de ejercicio? “Parecía una cantidad asequible para la mayoría de la gente”, afirmó Raji. Pero, ¿tendría efectos en el cerebro?
Los investigadores los dividieron entre los que habían hecho ejercicio durante al menos 25 minutos a la semana y los que no.
Luego, con ayuda de inteligencia artificial, empezaron a comparar los escáneres y los hábitos de ejercicio, buscando diferencias en el volumen cerebral, es decir, cuánto espacio ocupan el cerebro y sus partes constituyentes. Un mayor volumen suele ser deseable.
Rápidamente, surgió un patrón claro. Los hombres y mujeres de cualquier edad que hacían ejercicio al menos 25 minutos a la semana mostraban un volumen cerebral mayor que los que no lo hacían. Las diferencias no eran enormes, pero sí significativas, según Raji, sobre todo cuando los investigadores analizaron el interior del órgano.
Descubrieron que los que hacían ejercicio tenían más volumen en todos los tipos de tejido cerebral, incluida la materia gris, formada por neuronas, y la materia blanca, la infraestructura de cableado del cerebro, que sostiene y conecta las células pensantes.
En términos más granulares, los que hacían ejercicio tendían a tener un hipocampo más grande, una parte del cerebro esencial para la memoria y el pensamiento. Suele encogerse y arrugarse con la edad, lo que afecta a nuestra capacidad de razonar y recordar.
También mostraban lóbulos frontales, parietales y occipitales más grandes, lo que, en conjunto, indica un cerebro sano y robusto.
“Fue sorprendente y alentador” ver efectos tan generalizados en los cerebros de personas que hacían tan poco ejercicio, dijo Raji. Por supuesto, este estudio era asociativo, lo que significa que mostraba vínculos entre el ejercicio y la salud cerebral, pero no que el ejercicio fuera necesariamente la causa de las mejoras. Por tanto, es posible que intervinieran otros factores genéticos o de estilo de vida, o que a las personas con cerebros grandes simplemente les gustara el ejercicio.
Pero dado el número de exploraciones y el amplio rango de edad, Raji cree que los efectos del ejercicio en el cerebro de las personas eran reales y directos, y que ayudarían a mantener nuestra capacidad de pensar bien a medida que envejecemos.
A partir de este estudio es imposible determinar con exactitud cómo el ejercicio puede alterar el cerebro. Pero Raji y sus colegas creen que el ejercicio reduce la inflamación en el cerebro y también fomenta la liberación de diversas sustancias neuroquímicas que promueven la creación de nuevas células cerebrales y vasos sanguíneos.
En efecto, el ejercicio parece ayudar a crear y almacenar una “reserva estructural del cerebro”, un colchón de células y materia adicionales que podría protegernos en cierta medida del inevitable deterioro del tamaño y la función cerebrales que se produce a medida que envejecemos. Con el paso de los años, nuestro cerebro puede seguir encogiéndose. Pero, si hacemos ejercicio, esta lenta caída parte de una base más alta.
Quizá lo mejor de todo es que el ejercicio más eficaz del estudio fue también relativamente suave. Las personas que dijeron hacer ejercicio moderado, es decir, que podían seguir charlando mientras hacían ejercicio, acabaron teniendo un volumen cerebral algo mayor que los que hacían ejercicio más vigoroso, como correr a toda velocidad.
Pero el número de personas que hacían ejercicio vigoroso era bastante reducido, por lo que las comparaciones resultan sospechosas, según Raji, y su volumen cerebral seguía siendo mayor que el de quienes rara vez o nunca hacían ejercicio.
En general, cualquier tipo de ejercicio, incluso en pequeñas cantidades, es “una muy buena idea” para la salud cerebral, afirma. Raichlen está de acuerdo. “Estudios como este siguen aportando pruebas sólidas de que mover el cuerpo, incluso en pequeñas cantidades, puede repercutir en la salud cerebral, y de que nunca es demasiado pronto, ni demasiado tarde, para empezar”, concluyó.