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Poco ejercicio contribuye con el hígado graso

Consumo excesivo de alimentos ricos en grasas, azúcar, harinas refinadas y otros factores son desencadenantes

La falta de actividad física es un factor de riesgo para el desarrollo de hígado graso, una condición médica que impacta en la función hepática por la acumulación de grasa en sus células.Por lo general, se sabe que el consumo excesivo de alimentos ricos en grasas, harinas, dulces, azúcar y otros factores son parte de los desencadenantes; sin embargo, poco se habla de la importancia que tiene la actividad física para prevenirlo.

En concreto, la falta de ejercicios contribuye al desarrollo del hígado graso porque la grasa corporal se acumula cuando el organismo consume más calorías de las que quema, destacó Gabriel Delgado, médico hepatólogo.

Este factor de riesgo significativo suele darse en personas que tienen un estilo de vida sedentario y como necesitan menos energía, las calorías sobrantes se almacenan en forma de grasa y se suman a la grasa hepática, dijo a Últimas Noticias.

De acuerdo con Delgado, todo comienza cuando se consumen más calorías de las que el cuerpo requiere y se convierten en grasas. Luego se van acumulando en las células más susceptibles como los hepatocitos, que son las células del hígado.

Además, se acumulan en los adipocitos, que están en el tejido celular subcutáneo, en específico, a nivel de la grasa visceral.

“Obviamente, está relacionado con tener grasa en el abdomen, grasa intraabdominal y grasa en la circunferencia del abdomen”, precisó el médico.

Esto se traduce en que al ingerir alimentos ricos en grasas, así como carbohidratos refinados y no se realizan ejercicios, el organismo considera las calorías sobrantes como una forma de grasa.

En cuanto a la resistencia a la insulina, las dificultades en el proceso de la glucosa para obtener energía corporal aceleran el almacenamiento de la grasa, pero también la inflamación crónica y las alteraciones del metabolismo.

El hígado graso es en sí mismo un riesgo que puede conllevar otras afecciones como el cáncer de hígado y la cirrosis, de igual forma a la diabetes tipo 2 como un indicador temprano.

Asimismo, es un puente para sufrir dificultades metabólicas por su vinculación a niveles superiores de triglicéridos y colesterol, aumentando las probabilidades de riesgo cardiovascular.

Control. El problema del hígado graso no es considerado una enfermedad en todo el término de la palabra y suele llamarse también steatosis hepática, para el que se aplican tratamientos según la gravedad del paciente.

Un experto puede indicar cambios en el patrón de conducta alimenticia o dieta con una ingesta balanceada y saludable baja en grasas saturadas y trans. No obstante, es recomendable consumir verduras y frutas; granos enteros y proteínas magras.

En ese orden, se debe realizar una rutina de ejercicio físico para poder quemar las calorías y así ayudar al cuerpo a que no almacene grasa en exceso en el hígado.

Es prudente al menos hacer ejercicios físicos intensos durante una hora cada semana, e incluso, hacer actividad moderada por casi dos horas.

También hay que llevar un control rutinario del peso y en el caso de los fármacos, el médico recurrirá a los que considere necesarios para tratar condiciones subyacentes.

Según Delgado, esta condición no suele presentar síntomas, pero las manifestaciones pueden ser variadas, una de ellas es la ganancia de peso y obesidad, de igual forma molestias y dolores abdominales en la parte superior derecha, náuseas y sentirse hinchado luego de cada ingesta.

Diagnóstico. Usualmente, el diagnóstico para el hígado graso se hace con un examen de laboratorio y en él se evidencian las enzimas hepáticas o aminotransferasas elevadas por encima de una o dos veces su valor de corte.

“Este diagnóstico casi siempre es ocasional, cuando el paciente se realiza un examen de laboratorio control y estas enzimas hepáticas están alteradas, y eso lleva a un ultrasonido abdominal y vemos que tiene hígado graso”, acotó.

El hígado graso es uno de los trastornos hepáticos más comunes entre ellos la hepatitis, la cirrosis, el cáncer de hígado y otros.

Datos

Según el portal web de salud Medline Plus, se calcula que cerca del 25% de la población en los países occidentales se ve afectada por la condición del hígado graso. Solo en Estados Unidos, junto a las tasas de obesidad, la diabetes tipo 2 y el colesterol alto, el hígado graso es el trastorno hepático crónico más común en ese país norteamericano.

Otros medios especializados en el área médica también refieren que el problema afecta a una de cuatro personas y mayormente a aquellas que tienen entre 50 y 70 años, pero puede presentarse a cualquier edad.

Su prevalencia en pacientes con obesidad o diabetes es de entre el 60% y 80%. El cambio de hábito puede ayudar contra el hígado graso, principalmente, al consumir una dieta saludable limitada en sal y azúcar, complementada con una rutina de ejercicios que ayuda a perder peso y a reducir la grasa.